Table Of ContentLLooss FFeenniicciiooss
yy eell AAttlláánnttiiccoo
GONZALEZ ANTÓN, R., LÓPEZ PARDO, F. Y PEÑA ROMO, V. (eds)
ÍNDICE Pag.
Tiro, Melkart, Gadir y la conquista simbólica de los confi nes del mundo .......................................................11
CARLOS G. WAGNER
Océano y sus hijos: la proyección espacial del mito .......................................................................................31
DOMINGO PLÁCIDO
San Brandanes de la Prehistoria. Navegación atlántica prefenicia ...............................................................39
MARISA RUIZ GALVEZ
Las naves de Kérné (I) . Las referencias literarias ........................................................................................51
FERNANDO LÓPEZ PARDO
Las naves de Kérné (II). Navegando por el Atlántico durante la protohistoria y la antigüedad ....................69
VICTOR GUERRERO AYUSO
La navigazione antica lungo le coste atlantiche dell’ Africa e verso le Isole Canarie .................................143
STEFANO MEDAS
El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las excavaciones recientes .......................................217
CARMEN ARANEGUI Y CARLOS GÓMEZ BELLARD
El comercio y el factor cartaginés en el Mediterráneo occidental y el Atlántico en época arcaica .............233
JOAN RAMON
La aportación de la cultura material a la delimitación del “Círculo del Estrecho”:
la vajilla helenística de “tipo Kuass”............................................................................................................259
ANA MARIA NIVEAU
La explotación de la sal en los mares de Canarias durante la Antigüedad.
Las salinas y saladeros de Rasca (Tenerife)...................................................................................................297
Mª DEL CARMEN DEL ARCO AGUILAR,
R. GONZÁLEZ ANTÓN, Mª M. DEL ARCO AGUILAR, C. ROSARIO ADRIÁN
Las culturas protohistóricas canarias en el contexto del desarrollo cultural mediterráneo:
propuesta de fasifi cación ...............................................................................................................................317
PABLO ATOCHE
Pesquerías púnico-gaditanas y romano republicanas de túnidos:
el Mar de Calmas de las Islas Canarias (300-20 ac) ....................................................................................345
ALFREDO MEDEROS Y GABRIEL ESCRIBANO
El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las excavaciones recientes.
El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las
excavaciones recientes
CARMEN ARANEGUI GASCÓ
CARLOS GÓMEZ BELLARD
Universidad de Valencia
Dep. de Prehistoria y Arqueología
Los nombres del lugar y de sus gentes
Una de las propuestas de la investigación española que ha ido ganando terreno en el marco de la
dinámica colonial del Extremo Occidente ha sido la identifi cación de los tráfi cos generados desde
las costas atlánticas al fi nal de la Edad del Bronce (Ruiz-Gálvez, 1998). Muchos consideramos
hoy que la ruta desde el espacio mediterráneo al Océano se apoyó en este precedente, en el
nivel tecnológico de la cultura del Bronce Atlántico (Perea, Armbruster, 1998, 121-138) y en su
experiencia marinera, hasta el punto de que hallazgos como el depósito de la Ría de Huelva (Ruiz-
Gálvez, ed., 1995) se ven como la culminación de toda una tradición suscitada por la búsqueda de
metales que, a su vez, provocó el inicio de las sociedades estructuradas, que se consolidarán con
la presencia de los orientales.
La perspectiva desde los estudios clásicos, sin embargo, se ha hecho poco eco de esta tesis
y así el primer nombre propio asociado al Estrecho, Briareo, antecedente de las Columnas de
Hércules (Gras, 1992, 27-44), no ha suscitado la sospecha de que bajo esa primacía euboica (Bats,
D’Agostino, 1998), expresiva de la antigüedad del paso que habían franqueado los fenicios, pudiera
subyacer la conciencia, helenizada como es habitual, de la invención del mismo al fi nal de la Edad
del Bronce por poblaciones occidentales.
El contacto de la península Ibérica con el Magreb puede remontarse más allá del Bronce
Final (Tarradell, 1957, 101-112; Jodin, 1964; Gozalbes, 1975; Souville, 1983, 407-412; Poyato,
Hernando, 1988, 317-329; Bokbot, Onrubia, 1995, 219-231) pero no es la antigüedad lo que
justifi ca la participación del Marruecos atlántico en el fenómeno colonial fenicio sino la navegación
regular por el Estrecho de Gibraltar, al exigir que las dos orillas funcionen de manera integrada
ya que la travesía E-O discurre preferentemente por el litoral andaluz y la O-E por el marroquí,
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Carmen ARANEGUI GASCÓ - Carlos GÓMEZ BELLARD
por imposición de los vientos y corrientes marinas dominantes, y, en otro orden de cosas, la mejor
explotación de la pesca de especies migratorias, más rica en los caladeros marroquíes, da lugar
a la interrelación ya que desde los puertos del N se va a pescar hacia el S (Str. II, 3-4) cuando
se implanta el comercio de salazones. Si el contacto humano entre las dos orillas empezó por lo
menos en el calcolítico con el paso de marfi l marroquí a la Península y siguió con expediciones
de tanteo más o menos puntuales, sin necesidad de nuevos núcleos de poblamiento, según
deducimos de los útiles principalmente de bronce que jalonan las costas de buena parte de la
Europa atlántica y del N de Marruecos, cuando se abren las rutas de Oriente al Atlántico con la
presencia fenicia, se multiplican los enclaves marítimos en las dos vertientes a la vez que cabe
suponer la circulación de tripulaciones locales, conocedoras del medio, por todos ellos. A medida
que avanzan las excavaciones arqueológicas en el N de Marruecos (Kbiri Alaoui, 2007), en Ceuta
y en Melilla, aumenta el censo de establecimientos litorales con materiales fenicios antiguos que,
probablemente, acabarán dando una densidad de ocupación similar y simultánea a la de las costas
de Almería, Granada, Málaga, Cádiz, Huelva y los estuarios portugueses, porque obedece a un
mismo fenómeno (fi g. 1).
A principios del s. XX, al dragar la desembocadura del río Lucus, tuvo lugar un hallazgo del
que queda, como único testimonio, el estoque Rosnoën (1300-1000 a.C.) (Ruiz-Gálvez, 1983,
407-412), pieza que fue a parar al Museo Schloss Charlottenburg de Berlín (fi g. 2) por donación
de un ingeniero alemán que había trabajado en la ampliación del puerto de Larache promovida por
España en 1914. A este objeto se suma un hacha plana del Museo de Tetuán atribuida a Lixus, y con
estos elementos se vislumbra la inclusión del área en las rutas atlánticas desde aproximadamente
el año 1000 a.C.
Lixus es un vocablo que pertenece al substrato lingüístico norteafricano. Se utilizó por los
autores antiguos para designar un río, a las gentes que vivían en sus proximidades (Periplo de
Hannón VI, VII), a veces llamadas también etíopes o libios (Pseudo Skylax 112,2) y, fi nalmente,
maurii (Gebbia, 2004, 479-504); por último, designa la colonia fenicia más occidental con nombre
propio (Str. XVII, 3, 2; Plin. Nat. V, 2-5). De modo que Lixus ocupa un puesto indisociable de
la entrada del actual Marruecos en la historia y, además, invita a plantear un problema que la
arqueología todavía no ha resuelto: la localización y cultura de los habitantes del lugar antes de la
colonización.
El rastreo de tales poblaciones indígenas reclama urgentemente un programa arqueológico que
prospecciones preliminares no han acabado de resolver (Akerraz, El Khayari, 2000, 1646-1668).
El Bronce Final en el NO de Marruecos cuenta con pocos estudios de solvencia cronoestratigráfi ca
(Sáez, 1952; Gozalbes, 2003, 135-160) y se apoya en hallazgos de vasijas a mano de antiguas
excavaciones, ocasionalmente decoradas. Es mediante éstas como se insiste en una ocupación
precolonial para Lixus (Bokbot, 1998, 321-323).
Nuestros trabajos no confi rman esta hipótesis sino que demuestran la convivencia de cerámicas
a mano, deentes de hoz de sílex, ánforas fenicio-occidentales y engobe rojo desde el primer
momento (Aranegui, ed., 2001; Habibi et al., 2005, 155-182). Entre las primeras ha aparecido la
cerámica esgrafi ada (Escacena et al., 1998, 479-504; González de Canales et al., 2004, 128, lám.
XXXIV), distinta a las hasta ahora señaladas (incluso las denominadas a graffi to), así como otras
clases que denotan contactos con Andalucía (fi g. 3), aportando los niveles de base en Lixus una
cronología para las mismas del comienzo del s. VIII a.C., deducible del engobe rojo y ratifi cada
por las primeras dataciones de C para estratos fenicios de Marruecos (Aranegui, ed., 2005, 177).
14
218
El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las excavaciones recientes.
Esto no elimina la posibilidad de un núcleo de la Edad del Bronce en las inmediaciones de Lixus
-Morán (1941, 297-299) ya señaló materiales del Bronce en Beni Gorfet, cerca de Larache-, pero
sí que cuestiona la ocupación de Lixus antes de la llegada de los fenicios.
Popularmente el yacimiento se identifi ca hoy como el Chumis, castellanización de Tchemmish,
topónimo medieval del lugar, derivado del prerromano SMS, con presencia en las emisiones
numismáticas prelatinas de Marruecos. Crónicas islámicas como la de Al-Bakri (m. en 1094),
el Kitab al-istibsar (s. XII) o el texto de Ibn Al-Mun’im (s. XIII) describen con este nombre
una población amurallada existente en aquellos tiempos, que la investigación contemporánea,
arqueológica (Habibi, 1993, 231-241) y numismática (Mazard, 1955), no ha dudado en ubicar
en la colina de Lixus, salvo la excepción a fabor de Volubilis (Callegarin, El Harif, 2000, 23-42),
sin consenso, probablemente por ser su muralla ciclópea, en el fl anco occidental de Lixus, el
dato revelador de la ciudad antigua (Barth, 1849; Tissot, 1878). Sin embargo hay que decir que
el subsuelo de Larache y alrededores permanecen desconocidos arqueológicamente, cabiendo la
posibilidad de que los textos, que abundan en la extensión de la población de Tchemmish y en su
capacidad productiva, hagan alusión a un punto mejor articulado con el curso fl uvial, representado
en los reversos monetales de SMS, en la Edad Media (¿hacia Oppidum Novum/Alcazarquivir?),
cuando los meandros y los esteros cegaban el antiguo puerto de Lixus. Los resultados de nuestras
excavaciones (Coll, 2001, 114-133; 2005, 37-69) no avalan ni la continuidad desde la Antigüedad
a la Edad Media, puesto que no tenemos restos de los siglos VII a XI, ni tampoco una trama
constructiva compacta entre los siglos XII y XV. De ahí la reticencia sobre el acierto de la deducción
del topónimo medieval Semes/Tchemmish para Lixus. Ni los hallazgos monetarios apoyan la
identifi cación SMS/Lixus (Tarradell Font, 2000, 21-24), ni la lectura contemporánea de las fuentes
medievales dispone de toda la información arqueológica para llegar a esa conclusión con sufi ciente
solvencia. De lo que no cabe duda es de la pérdida del topónimo Lixus y del hidrónimo Lucus en
los textos árabes frente a la pervivencia del topónimo SMS en la erudición medieval, lo que dará
lugar a que sea éste el utilizado en la cartografía de la Edad Moderna para señalar la colina que
fi nalmente Barth propondrá para Lixus.
Pero volviendo a la arqueología de los niveles iniciales del yacimiento, en consideración a los
resultados de las excavaciones recientes tendríamos que corregir dos supuestos que la investigación
ha venido manteniendo: el retraso de la presencia fenicia en Marruecos en comparación con España
(Aubet, 1994) y la elección de un asentamiento indígena para la colonia.
El paisaje
El estudio geoarqueológico de la desembocadura del Lucus (Carmona, 2001, 9-14; 2005, 5-11)
ha revelado un panorama hasta ahora inédito1. A los pies de las laderas O y S de la colina hubo
una laguna estuarina de al menos 2.700 ha de extensión (fi g. 4) cuya formación acusa primero los
efectos del máximo de la transgresión fl andriense y luego la continentalización del estuario que,
1 Esta evolución geomorfológica se benefi cia del estudio hecho durante nuestras excavaciones y cuenta con algunas dataciones de
C obtenidas (1) a partir de bivalvos de la especie tines decussatus (Linné 1758) hallados en arenas procedentes del mar, que
14
dan una fecha de 5080 ± 40 B.P.; (2) de nuevo a partir de los mismos bivalvos pero integrados en un conglomerado de origen
continental, que dan una fecha de 4740 B.P., y (3) de bivalvos integrados en rizoconcreciones de manglares que crecieron entre
limos y arcillas aportados por el río, que dan fechas de 3080 ± 50 y 2500 ± 40 B.P.
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Carmen ARANEGUI GASCÓ - Carlos GÓMEZ BELLARD
cuando Lixus era una ciudad púnica, mauritana y romana tenía una profundidad próxima a los 3
m, aterrándose después por progradación deltaica. Por tanto en la Antigüedad el río desembocaba
bastante más al interior que en la Edad Media e incluso en los mapas de Antonelli de 1611 y
1612 se ve un estuario mucho más profundo que el actual. Así, tierras susceptibles de un rico
aprovechamiento agropecuario y pesquero rodeaban una laguna cuya articulación con el Gharb
era más fácil desde el sector más próximo al cauce que desde el área donde está Lixus, más
accesible para la navegación oceánica. Cabe suponer, por tanto, que el poblamiento pre-fenicio
se situara relativamente cerca del curso antiguo del Lucus, navegable hasta Alcazarquivir donde
van apareciendo restos de los ss. VI-V a.C.
Hacia el S, el estuario del Sebú sería en época antigua de extensión necesariamente superior
en relación con el caudal del río. En él destaca el yacimiento de Thamusida (Akerraz, Papi, 2004,
41-51) y, curso arriba, el de Banasa (Arharbi, Kermorvant, Lenoir, 2001, 147-168), mientras que,
hacia el N, el lago Kêphêsias, en el Gariffa, entre Arcila y Kuass, y la desembocadura del Tahadart,
al S del cabo Hermes (Pseudo Skylax 112, 2), darían lugar a lagunas más pequeñas que la del
Lucus. De este modo al S del cabo Espartel el litoral nordatlántico marroquí tendría características
idóneas tanto para ser recorrido por naves de pesca o de comercio como para albergar instalaciones
artesanales relacionadas con estas actividades.
Los textos antiguos (Plin. Nat. V, 2-4), por una parte, y los medievales citados, por otra, señalan
una isla en el estuario del Lucus. Los primeros dicen que este accidente contaba con un altar que no
se inundaba con las mareas, el delubrum Herculis de Plinio, mientras que los segundos establecen
un ciclo de emergencia y otro de inundación para la isla, situando allí una mezquita. Tissot supuso
que la localidad de Rakkada, al N de Lixus, podría haber sido la del ara, quedando la ubicación sin
confi rmar y sin resolver topográfi camente incluso en nuestros días (Bonnet, 1992, 123-129; López
Pardo, 1992, 85-101), pese al común acuerdo de colocarla en el estuario pues se entiende que se
trata de un espacio religioso extra-urbano.
El paisaje ahora restituido deja la localidad de Raggade, sede de hallazgos funerarios fenicios
(El Khayari, 2007, 146-147), púnicos y romanos así como de una villa romana, descentrada con
respecto a la laguna. En las riberas de ésta los suelos denotan la formación de playas al pie de algunas
elevaciones del paleo-estuario, más accesibles en consecuencia para embarcaciones ligeras. En esas
condiciones destaca la prominencia rocosa de Mbarek, a 17 m s.n.m., que sería en la Antigüedad
una pequeña isla, aunque, al margen de su geomorfología, nada confi rma las características de
su ocupación histórica, porque no ha sido excavada. Otro punto bien situado en el estuario es el
actual centro agrícola, frente a las factorías de salazón de Lixus. Antiguos embarcaderos, salinas,
alfarerías, núcleos rurales, almacenes, etc., es probable que vayan dando información a medida
que la arqueología avance, pues la laguna debió albergar múltiples equipamientos hoy cubiertos
por los potentes aportes del río.
De entre ellos destaca el puerto pesquero que ya señalara Tissot (fi g. 5) acerca del cual hay que
plantear su evolución a lo largo del tiempo pues mantenemos la hipótesis de un segundo puerto en
la Lixus mauritana así como de una ampliación del puerto pesquero en época de Claudio, cuando
la ciudad participa del auge de la ruta atlántica que llega a Britania (Aranegui, 2008, 411-418).
Los textos del s. V a.C. en adelante aluden a dos ciudades gemelas (Pseudo Skylax 112, 2),
una fenicia y otra libia, ésta con un puerto, aunque, como ocurre con el altar, todavía no puede
confi rmarse topográfi camente esta información. También dan a entender el mismo grado de
integración entre lixitas y púnicos (Periplo de Hannón V-VII) (Medas, 2000, 63-65) que se supone
220
El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las excavaciones recientes.
para los habitantes de la Bahía de Cádiz (Str. III, 5, 4) (Chic 2004, 39-62) y del círculo del Estrecho
en general, fruto de la larga tradición de contactos con el exterior de estas poblaciones. Los lixitas
estaban muy familiarizados en época clásica con los comerciantes de otros lugares, les hacían de
intérpretes frente a poblaciones más aisladas y colaboraban con ellos (Medas, 2006) de modo que ya
se había operado un proceso de hibridación muy notable en el que los núcleos, independientemente
de su origen, tendrían funciones complementarias e instalaciones parecidas, viviendo todos ellos
de la circulación de bienes y muy sensiblemente de la pesca.
En la costa marroquí la superioridad de Lixus en ese contexto no tiene por qué ser puesta en
duda: no sólo todo el estuario del Lucus –cualquiera que fuera su densidad de ocupación- sino
también los de los ríos próximos orientarían su actividad hacia la antigua fundación fenicia, a la
que se atribuye un papel rector en el golfo empórico (Str. XVII, 3,2) que podríamos proyectar hasta
la desembocadura del Sebú.
La fachada atlántica meridional del Estrecho tuvo en Tingis y en Lixus sus dos puertos principales.
Hacia ellos debía dirigirse el tráfi co de un litoral productivo, especialmente en conexión con las grandes
vías fl uviales, de manera similar a lo que ocurría en la costa andaluza con respecto a los puertos de
Huelva, Cádiz, Sevilla, Málaga o Almunécar, por no mencionar aquéllos de Portugal (Arruda, 2002).
La gestión de los recursos naturales
Sin embargo la restitución del paisaje que ya podemos avanzar no se limita a la confi guración
antigua del estuario del Lucus, ya que los numerosos análisis de todo tipo realizados en las diferentes
campañas llevadas a cabo desde 1995 permiten hacernos una idea del entorno más inmediato de la
factoría en época fenicia.
En primer lugar, la cobertura vegetal: los análisis antracológicos indican la existencia de al menos
tres zonas claramente diferenciadas, Por una parte existiría una notable concentración arbórea
en las riberas del río y en toda la zona de humedales que constituía su desembocadura, donde
destacarían los fresnos y los álamos así como algunos cañaverales. Alejándonos del estuario, todo
indica que en el área más directa de captación de Lixus se encontraban por una parte suelos ácidos
en los que se desarrollaba una cobertura de alcornoques, con su correspondiente sotobosque de
brezos, y por otra suelos calcáreos dominados por las encinas y la coscoja, bajo los cuales crecían
el lentisco y en cierta medida el acebuche o el olivo. Los pinos piñoneros, no muy abundantes
entonces, podían darse en ambos medios (Grau, 2001; 2005).
Sin llegar en ningún momento a formar una espesa masa boscosa, toda la zona debió sin embargo
ser clareada en buena medida, al menos en el área más cercana a la ciudad, tal como indican los
estudios carpológicos (Pérez Jordá, 2001;2005). En las muestras de este tipo los cereales dominan
con casi las tres cuartas partes, constituyendo las leguminosas (garbanzos y habas) y en menor
medida los frutales el resto. Un dato a destacar es que los cereales están constituidos sobre todo
por trigos desnudos y cebada vestida, con ausencia prácticamente total del mijo, la escanda o el
panizo. La presencia notable de los trigos, al igual que en el Castillo de Doña Blanca (CDB) pero
a diferencia de las factorías fenicias mediterráneas, ha sido atribuida a la calidad de las tierras. No
debemos olvidar que en los grandes llanos del Gharb, es decir entre el Lucus y el amplio curso del
Sebú, predominan básicamente las excelentes hamri (tierras rojas) y las tir (tierras negras). Así
pues cabe imaginar los alrededores de Lixus, sobre todo hacia el interior, con grandes campos de
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Carmen ARANEGUI GASCÓ - Carlos GÓMEZ BELLARD
cereales que constituirían la base de la alimentación, pequeños terrenos para las leguminosas y tal
vez huertos periurbanos o incluso dentro de la ciudad, de donde vendrían los higos y las granadas
documentados.
Otra de las bases alimenticias sería la ganadería, en este caso sobre todo de bovino, que constituye
cerca del 35% de los restos recuperados (en NMI) pero el 80% de la masa cárnica (Iborra, 2001;
2005) Siguen en importancia cerdos y ovejas, y son totalmente episódicos la cabra, el caballo y el
perro2. No hay fauna salvaje, con la excepción de restos de un elefante (Loxodonta africana), más
relacionable con el comercio del marfi l que con el consumo de su carne, aunque no hay que olvidar
que Plinio (Nat. V 9-10) da testimonio de la notable presencia de elefantes en las orillas del Bou
Regreg, junto a Sala, cerca de la actual Rabat. No hay duda de que el paisaje de dehesa que podría
recordar entonces la región lixitana, con sus abundantes pastos y agua, favorecería la existencia
de numerosos rebaños de vacuno, algo que también se ha documentado en otra factoría atlántica
como es el CDB, pero no en las de las costas mediterráneas, en las que siempre predominan ovejas
y cabras. Piaras de cerdos (cuyo consumo por los fenicios está ya fuera de toda duda) podían
también aprovechar los sotobosques de alcornoques y encinas.
El aprovechamiento de los recursos marinos no debió suponer un gran impacto en el paisaje
salvo en el caso de las infraestructuras portuarias de Lixus, muy cerca de la factoría de salazones
de época romana. El análisis de los desechos alimentarios denota el ejercicio de la pesca de
tipo artesanal en la laguna y en el litoral, destinada al autoconsumo o la venta local, ya que las
numerosas especies documentadas, refl ejo de la riqueza de esas aguas, son de tamaño pequeño
o mediano: salpas, pargos, doradas, pageles, incluso anguilas y mújoles de la desembocadura
del río, excelentes alimentos pero no la base de la gran industria conservera y de salazón que se
apoyaba primero en espáridos y luego en los túnidos (Rodríguez, Rodrigo, 2001; 2005). Lo mismo
puede decirse de los abundantes restos malacológicos recogidos, entre los que las especies marinas
(ostras, mejillones y algunos caracoles) indican también consumo pero no un aprovechamiento
industrial (Carrasco, 2001; 2005).
Recapitulando lo que hemos visto hasta ahora, la imagen de Lixus y su entorno en época fenicia
se nos va precisando paulatinamente. En una fecha temprana, la primera mitad del s.VIII a.J.C.
por lo menos, los colonos se instalan en toda la ladera S del Tchemmish y en la propia cima. Esto
representa una superfi cie mínima de 12 ha, y la instalación queda documentada por la veintena de
sondeos que realizó Tarradell (Aranegui,Tarradell Font, 2001, 19-269). Aunque no podamos asegurar
que la totalidad de la superfi cie estaba ocupada, todo indica que hubo una voluntad de asegurarse
un gran espacio desde el primer momento, sin duda con el designio de permitir la paulatina pero
rápida instalación de más gente. La superfi cie supera la de la mayoría de las factorías fenicias y
dobla la de CDB (Díes Cusí, 1994, 271). En las primeras décadas de su existencia, Lixus debió
dotarse del puerto que se ubicaría al S, como ya señalábamos, de los almacenes necesarios para las
mercancías, casas para sus habitantes, espacios para sus ganados (tal vez extramuros), alfarerías para
producir sus imprescindibles cerámicas, lugares sagrados para sus dioses (fue famoso su templo de
Hércules, según Plinio, Nat. XIX, 63, más antiguo que el de Cádiz). Para favorecer la explotación
del territorio que controlaba, fuese éste de la extensión que fuese, debía de contar con pequeñas
granjas o establecimientos rurales, que sin duda una prospección sistemática sacaría a la luz.
2 P. Iborra identifi ca señales de descarnado en los huesos de perro de Lixus. Se confi rmaría así una vez más la costumbre fenicia
y púnica de consumir algunos de estos animales, como ya se atestiguó en el pozo púnico (s. V a.C.) del Hort d’en Xim, en Ibiza
(Saña, 1994).
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El paisaje de Lixus (Larache, Marruecos) a la luz de las excavaciones recientes.
Esta imagen de la Lixus arcaica quedaría muy incompleta si no volvemos a plantear la cuestión
de la presencia indígena. Hasta la fecha no hay indicio alguno de la existencia de una población local
en la colina antes de la fundación de la ciudad. Como se ha señalado varias veces, las cerámicas
a mano recogidas tanto en los trabajos de Tarradell como en las excavaciones recientes responden
sobre todo a productos del Bronce Final andaluz o claramente tartésicos y fenicios (las menos)
( Habibi et al., 2005, 173-177). De ello podemos deducir la presencia de un componente indígena
del S peninsular entre los primeros pobladores, lo cual no sería de extrañar dada la actividad
fenicia en esa región paralelamente a la desarrollada en las costas marroquíes. Habría trabajadores,
esclavos, y siendo muy probables los matrimonios mixtos, mujeres, responsables a menudo en
ese tipo de sociedades de la elaboración de la cerámica. Nuestro problema es que se ha pretendido
valorar lo autóctono y lo colonial como dos categorías demasiado diferenciadas entre sí aunque
la arqueología, particularmente en el círculo del Estrecho, demuestra un grado alto de interacción
cultural, acrecentada por la tradición de los contactos. Los hallazgos más o menos recientes de Kach
Kouch (Bokbot, Onrubia, 1995, cit.), Aziz Slaoui (Akerraz, El Khayari, 2000) y Sidi Driss (Kbiri
Alaoui, Siraj, Vismara, cit.) no se alejan mucho de lo que conocemos en la propia Lixus, y plantean
de nuevo el problema circular de una cultura material semejante a ambos lados del Estrecho.
Más luz puede arrojar sobre la cuestión la valoración de los contextos funerarios conocidos,
que tienen en general una cronología más avanzada situable entre fi nales del s. VII y fi nales del
s. VI a.C. Sin dejar de tener en cuenta este desfase temporal, resulta hoy bastante claro que las
numerosas necrópolis rurales situadas al SO de Tánger y presentadas por su excavador como
fenicias (Ponsich, 1967) deben de ser consideradas indígenas, tanto por el carácter de la mayoría
de los ajuares cerámicos como especialmente por la posición de los inhumados, en posición lateral
que no se conoce hasta ahora en ninguna necrópolis fenicia3.
Las dos necrópolis situadas a escasos km al NO de Lixus, excavadas recientemente en Rakkada
por nuestros colegas marroquíes del INSAP (a cuya gentileza debemos toda la información sobre
ellas) prolongan también estas dudas. En ellas los muertos son inhumados en tumbas individuales
con muros de piedras aplanadas, más o menos rectangulares pero a veces irregulares e incluso con
forma de codo. Los ricos ajuares, con joyas de oro e importaciones chipriotas, invitan a ver una
elite indígena que se entierra, al igual que en Tánger, con elementos fenicios, pero que conserva sus
particularidades. Sin embargo tampoco aquí podemos decir si se trata de gentes que viven en las
cercanías de la ciudad (¿pero dónde?), o incluso dentro de ella, integradas en la sociedad fenicia.
La deposición de piezas de bronce chipriotas pertenecientes al servicio de vino es el exponente que,
por ahora, se documenta en el entorno de Lixus pues al extraordinario cazo (Boube-Piccot, 1994,
3-18) (fi g. 6), probablemente recuperado por Montalbán cuando se hizo la carretera de Lixus a la
playa que pasa por Rakkada, depositado en el Museo de Rabat, hay que sumar un segundo cazo y
una bandeja con una sola asa móvil hallados en esta última localidad en una tumba, ya aludidos.
Parece, en consecuencia, que los tráfi cos entre el Atlántico y el Mediterráneo impulsados por
los fenicios produjeron riqueza en las áreas en que actuaron, previamente abiertas al contacto
internacional. Con la documentación arqueológica existente no hay manera de mostrar ese
fenómeno a través del urbanismo de las ciudades implicadas. Murallas (Ruiz Mata, 1995) y
algunos almacenes construidos con mayor solidez (Schubart , Maass Lindemann, 1984, 39-210)
son los exponentes monumentales de las ciudades del Estrecho de las que, sobre todo, se conocen
3 En la zona arcaica de la necrópolis del Puig des Molins (Ibiza) se documentó en 1984 (sector Can Partit) una fosa excavada en la
roca, pequeña y de perfi l trapezoidal, que contenía un esqueleto de adulto en esa posición. Los materiales revueltos del relleno
que la cubría permiten datar este enterramiento único antes del s. V a.C.
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Carmen ARANEGUI GASCÓ - Carlos GÓMEZ BELLARD
los niveles artesanales y económicos. En lo relativo a Lixus, tras las excavaciones de 2002 en
la Ladera Sur, se puede señalar la existencia de casas complejas con taller metalúrgico (Puig,
2005, 180-181), si bien sólo las alfarerías de Kuass (Kbiri Alaoui, 2003) prueban la producción de
cerámica a partir del siglo V a.C. e, indirectamente, la preparación de salsas de pescado para llenar
ánforas que llegaron hasta Grecia (Williams, 1979, 105-124; 1980, 108-111; Zimmerman, 1983,
266-268; 2003, 195-217; Maniatis et al., 205-222) en esas mismas fechas.
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Description:justifica la participación del Marruecos atlántico en el fenómeno colonial fenicio sino la navegación regular por el Estrecho de Gibraltar, al exigir que