Table Of ContentCHÓGYAM TRUNGPA
MÁS ALLÁ
DEL
MATERIALISMO ESPIRITUAL
EDHASA
Título original:
Cutting Through Spiritual Materialism
publicada por Shambhala Publications en la serie
“The Clear Light Series” dedicada a W. Y. Evans-Wentz
y al cuidado conjunto de Samuel Bercholz y Michael Fagan.
Edición inglesa a cargo de John Baker y Marvin Casper
Versión española de Luis O. Gómez Rodríguez
Primera edición: junio de 1985
©Chogyam Trungpa, 1973
©Edhasa, 1985
(por acuerdo con Shambala Publications, Inc.
1123 Spruce Street, Boulder, Colorado 80302, USA.)
Avda. Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona
Telf. 239 51 05*
Impreso por Romanyá/Valls
Verdaguer, 1. Capellades (Barcelona)
ISBN: 84-350-1904-7
Depósito legal: B. 21.264-1985
Impreso en España
Printed in Spain
Prólogo del traductor
Se ha tratado de ofrecer una versión española fiel al ori
ginal en el sentido más estricto. Pero, en más de un
lugar hemos tenido que sacrificar este principio, pues el
original es la transcripción casi intacta de una serie de
conferencias públicas que se presentaron sin prepara
ción escrita previa. Así, abundan las ambigüedades y
circunloquios naturales a la lengua hablada —complica
dos, desde luego, por el hecho de que la lengua materna
del Tulku Cliógyam Trungpa no es el inglés— Además,
el auditorio y los tiempos que sirvieron de fondo a estas
conferencias representan un contexto cultural descono
cido en parte en el mundo hispánico (y que, dicho sea de
paso, no existe ya en los EE.UU.), el mundo de la déca
da de «los sesenta». Esto hace que el original inglés a ve
ces tenga cierta informalidad y soltura que la lengua
española escrita no tolera. También reflejan y presupo
nen estas conferencias el vocaculario y la problemática
de esos años de efervescencia.
Cuando lo hemos creído necesario, pues, hemos pa-
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rafraseado el original con frases explicativas e ilaciones
menos tácitas o ambiguas. En todo caso hemos tratado
de conservar el ritmo serpentino y la sencillez léxica del
estilo del Rínpoche^_Por último, hemos provisto el texto
de un mínimo de notas explicativas que esperamos les
resulten útiles a los lectores no iniciados.
Finalmente, también quiero expresar aquí mi agra
decimiento a mi amigo Francisco Varela, catedrático de
la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, por
haber sacrificado tan generosamente muchas horas, que
pudieron haber sido de descanso, para leer el manuscrito
de esta traducción y aportar valiosísimas sugerencias.
Juzgué que muchas de sus indicaciones eran acertadas y
contribuirían a mejorar la traducción, ¡t hacerla más na
tural y consistente. En la medida en que mi trabajo se
enriqueció con sus esfuerzos, el profesor Varela merece
un reconocimiento especial. En la medida en que por ig
norancia o descuido de mi parte, o por obstinación mía
en no aceptar las recomendaciones de mi amigo, queden
errores, omisiones o infelicidades del idioma, la respon
sabilidad es, desde luego, toda mía.
A
Chókyi-lodró, el Marpa,
Padre del linaje Kagyü
i
Introducción
La serie de charlas que publicamos aquí se ofreció en
Boulder, Colorado, EE.UU. en el otoño de 1971 y la pri
mavera de 1972. A la sazón acabábamos de fundar el
Karma Dzong, nuestro primer centro de meditación en
Boulder.1 Aunque la mayor parte de mis discípulos eran
sinceros en su aspiración a seguir el sendero espiritual,
traían consigo demasiadas confusiones, ideas falsas y es
peranzas. Por ello, me pareció necesario presentarles un
panorama del sendero y algunas advertencias sobre los
peligros que se encuentran a lo largo del camino.
Luego nos ha parecido oportuno publicar estas char
las, pues podrían resultar de provecho para aquellos que
se han interesado en las disciplinas espirituales. Re
correr el sendero espiritual correctamente resulta ser un
proceso sutil; no se puede emprender el camino con un
salto ingenuo. Hay en el sendero numerosos desvíos que
sólo conducen a una versión deforme y egocéntrica de la
espiritualidad; nos convencemos de que estamos cre
ciendo espiritiialmente cuando en xealidad_3Ólo_forta-
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1< t emos nuestro egocentrismo por vía de las técnicas es
pirituales. A esta distorsión fundamental la podemos
llamar mutcrialistno cspirituaL
listas charlas consideran en primer lugar las diver
sas maneras que. tenemos _de enredarnos en el materia-,
lis ni o espiritual, las diversas formas de autoengaño en
i]iie puede caer el aspirante. Después de esta excursión
por los desvíos [de la vía espiritual], consideramos los
grandes rasgos del verdadero sendero espiritual.
Nuestro enfoque aquí será el budista clásico, no en
sentido formal, pero sí en el sentido de que representa el
corazón de la manera budista de abordar la espirituali
dad. Aunque la vía budista no es teísta, no excluye nece
sariamente a las disciplinas teístas. Las diferencias entre
las vías son más bien cuestión de énfasis y método. Los
problemas básicos del materialismo esoiritual son co
munes a todas las disciplinas espirituales. El método
budista parte de nuestra confusión y sufrimiento para
llevarnos a desenmarañar sus orígenes. El método teísta
parte de la grandeza de Dios y se dirige a crear concien
cia de ella, para que llegue uno así a experimentar la
presencia de Dios. Pero,, como el mayor obstáculo para
establecer _una relación con Dios son nuestras propias
confusiones y actitudes neítativas^el método teísta tam
bién tiene que enfrentarlas. La soberbia, por ejemplo,
constituye un problema tan grave para las disciplinas
teístas como para el budismo.
Según la tradición budista, el sendero espiritual es el
proceso por el cual cortamos [nos abrimos paso, literal
mente] un camino a través2 de nuestra confusión y des
cubrimos el estado mental despierto.3 Cuando este des
pertar innato del pensamiento se ve invadido por el ego
y por la correspondiente paranoia, se torna en un instin
to latente. De manera que no se trata de desarrollar la
condición de despierto, sino de quemar las confusiones
que la oscurecen. En el proceso de quemar hasta consu
mir estas confusiones es que se descubre la iluminación
o despertar. Si el proceso tuviera lugar de otra manera,
la condición de despierto sería un producto, dependería
del principio de causa y efecto, y sería, por tanto, sus
ceptible de desaparecer. Todo cuanto es creado ha de pe
recer tarde o temprano. Si la iluminación fuera creada,
siempre cabría la posibilidad de que el ego se impusiera
nuevamente y nos llevara de vuelta al estado original de
confusión. La iluminación es permanente porque no la
hemos producido: solamente la hemos descubierto. En la
tradición budista se utiliza a menudo la analogía del sol
que asoma por detrás de las nubes para explicar el des
cubrimiento de la iluminación. En la práctica de la me
ditación despejamos la confusión del ego a fin de entre
ver el estado del despertar. La ausencia de paranoia nos
abre los ojos a una visión extraordinaria de la vida. Se
descubre una nueva manera de ser.
El núcleo de la confusión estriba en que el hombre
cree tener un yo que le parece algo continuo y sólido.
Cada vez que surge un pensamiento o una emoción u
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ocurre algún acontecimiento, se tiene la sensación de
que alguien toma conciencia de lo que sucede. Siento
que yo leo estas palabras. Pero este sentido del yo en
realidad es un hecho transitorio y discontinuo, que, dada
nuestra confusión, nos parece sólido y continuo. Como
tornamo^ nuestra visión confusa como una realidad, lu
chamos por mantener y acrecentar este yo sólido y con
tinuo. Tratamos de alimentarlo con placeres y protegerlo
del dolor. La experiencia amenaza constantemente con
revelarnos nuestra transitoriedad; por tanto, luchamos
incesantemente por encubrir toda posibilidad de descu
brir nuestra condición verdadera. «Pero», preguntarán
ustedes, «si nuestra condición verdadera es la del desper
tar, ¿por qué nos empeñamos en evitar todo conocimien
to de ella?» Porque vivimos tan absortos en nuestra vi
sión confusa del mundo, nos parece real, el único mundo
posible. Esta lucha por mantener el sentido de un yo só
lido y continuo es obra del ego.
El ego, sin embargo, no siempre logra protegernos
del dolor. La insatisfacción que acompaña siempre a las
luchas del ego nos lleva a examinar nuestra conducta.
Como siempre se abren brechas en nuestra conciencia
del yo, es posible percatarse en cierta medida [de lo que
en realidad sucede].
El budismo tibetano utiliza una metáfora muy inte
resante para describir las funciones del ego; se refiere a
ellas como «los Tres Señores del Materialismo»: «el Señor
de la Forma», «el Señor de la Palabra», y «el Señor del
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