Table Of ContentPaul Watzlawick y Peter Krieg (comps.)
EL OJO DEL OBSERVADOR
Grupo: Psicología
Subgrupo: Ciencias Cognitivas
EL OJO DEL OBSERVADOR
Contribuciones al constructivismo
Homenaje a Heinz von Foerster
por
Paul Watzlawick y Peter Krieg
(comps.)
Título del original en alemán:
Das Auge des Betrachters. Beiträge zum Konstructivismus
© R. Piper GmbH and Co. KG, München 1991
Traducción: Cristóbal Piechocki
Corrección estilística: Margarita N. Mizraji
Revisión técnica: E. Nesis - Docente de la Universidad de Buenos Aires
Segunda edición, septiembre de 1995, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
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Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de im
presión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cual
quier otro idioma.
Indice
Introducción .................................................................................................................................9
Prólogo ........................................................................................................................................15
1. Despedida de la objetividad, Ernst vonG lasersfeld............................19
2. El mito de la omnisciencia y el ojo
del observador, Mauro Ceruti...............................................................32
3. ¿Cómo se pueden observar estructuras
latentes?, Niklas Luhmann....................................................................60
4. Cultura n Conocimiento, Edgar Morin...............................................73
5. En tomo de la autodesconstrucción
de las convenciones, Jean-Pierre Dupuy...............................................82
6. Ficción y construcción de la realidad.
La diferencia entre ficciones en el derecho
y en la literatura, Peter M. Hejl............................................................97
7. Es muy fácil
Pieza de radioteatro, Siegfried J. Schmidt.........................................111
8. Puntos ciegos y agujeros negros.
Los medios como intermediarios
de las realidades, Peter Krieg..............................................................123
9. Perspectiva interior y exterior.
Cómo se puede utilizar el pensamiento sistémico
en la vida cotidiana, Fritz B. Simon....................................................132
10. Entre el riesgo y la confusión del lenguaje.
Reflexiones sobre la teoría y práctica
sistémicas, Helm Stierlin......................................................................143
11. La ciencia y la vida cotidiana:
la ontología de las explicaciones científicas,
Humberto R. Maturana........................................................................157
12. Bases elementales y elementos básicos para una teoría
constructivista de la acción, Karl H. Müller......................................195
13. Circularidades creativas: para la comprensión
de los orígenes, Jean-Pierre Dupuy y Francisco Varela....................232
Los autores .....................................................................................................259
Introducción
Paul Watzlawick
Heinz von Foerster se considera “hijo de una típica familia
vienesa, es decir, de una exquisita mezcla de antepasados de
habla alemana, eslavos y judíos, compuesta de artistas, artesa
nos, ingenieros, campesinos, arquitectos y abogados”. Desde
luego que esa descripción no le hace justicia, pues ese mundo
vienés de antes y después de la Primera Guerra Mundial fue,
como se sabe, un microcosmos de ideas, escuelas y movimientos
culturales, artísticos, científicos y sociales único en su género y
que en muchos de sus efectos llega hasta el presente. Y la familia
de von Foerster fue parte de ese mundo: su bisabuelo le dio a
Viena su identidad arquitectónica, su abuela fue una de las
primeras luchadoras por los derechos de la mujer en Europa,
uno de sus tíos fue Ludwig Wittgenstein, otro fue Hugo von
Hofmannsthal.
Como se sabe, es más fácil lograr cosas extraordinarias
como hijo de padres de origen medio o incluso indigente que bajo
las condiciones que acabamos de describir superficialmente. De
joven, von Foerster quiso ser “investigador en ciencias naturales”,
lo que para él significaba “una mezcla romántica de Fridtjof
Nansen y Marie Curie”. Se describe a sí mismo como un pésimo
alumno de la escuela media que nunca hacía los deberes; el
esquí, el alpinismo, un jazz combo que él mismo fundó y sus
extraordinarios éxitos como mago no le dejaron tiempo para ese
desatino. Sin embargo, las matemáticas y la física fueron para
él excepciones; en esas materias “sabía la respuesta antes de
que me preguntaran; todo era tan evidente y tan claro”. (Esto
nos recuerda al famoso matemático Gauss, que una vez habría
dicho, en el mismo sentido: “La solución ya la tenía: ahora sólo
debía descubrir los caminos que me habían permitido llegar a
ella.”)
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Precisamente en esa capacidad fascinante de los
especialmente dotados hay para nosotros, los hombres del
común, algo mágico. Como lo explica Arthur Koestler en su libro
Der göttliche Funke, los descubrimientos raras veces son lo que
uno se imagina, es decir, algo completamente nuevo, sino más
bien bisociaciones, término con el cual Koestler entiende la
realización de una unión práctica, o también “sólo” de
pensamiento, nunca emprendida hasta ahora, entre dos hechos
separados y conocidos cada uno para sí. Los resultados y los
efectos prácticos de las bisociaciones son tanto más
desconcertantes y “mágicos” cuanto más conocidos eran hasta
ese momento sus componentes aislados.1
Lo mismo ocurre con el desconcierto que produce el mago en
sus espectadores, y el joven von Foerster se reveló —como ya
hemos dicho— como un mago extraordinariamente dotado. El
prestidigitador realiza ante nuestros ojos algo que “simplemente
no puede ser” y que sin embargo tuvo lugar. Por supuesto, ese
desconcierto se produce sólo porque el espectador se mantiene
en su visión de la “realidad”, y la bisociación que acaba de
presenciar es “imposible” en su realidad. Como se sabe, los
contemporáneos de Galileo se negaban a mirar por telescopio
porque lo que Galileo afirmaba haber descubierto con él
simplemente no podía ser.
Pero el prestidigitador también sabe algo más: si cediera a
la presión de sus espectadores sorprendidos y mistificados y les
explicara la bisociación (el truco), entonces el resultado sería
una inmunidad probablemente duradera contra una nueva
caída en ese truco. El tío de von Foerster, Wittgenstein, expresó
ese proceso así:
Supongamos... que un juego tenga la característica de que quien
comienza puede ganar siempre por medio de un sencillo truco.
Pero nadie lo sabe: por lo tanto es un juego. Ahora alguien nos
lo dice, y entonces deja de ser un juego.
Eso no quiere decir... que el otro nos lo haya dicho, sino que en
vez de enseñamos nuestro juego nos ha enseñado otro. Pero,
¿cómo pudo hacerse obsoleto el juego viejo por el juego nuevo?
Ahora vemos algo diferente y no podemos seguir jugando
ingenuamente.2
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En 1956, cuando Wittgenstein publicó esos pensamientos,
su sobrino ya había comenzado a trasladarlos a la praxis
científica.
La bisociación correspondiente de von Foerster es la que
hay entre el observador y lo observado. Como se sabe, la ciencia
clásica se había propuesto como misión investigar el mundo en
su realidad objetiva, independiente de lo humano. Eso significaba
nada más ni nada menos que, para llegar a ese mundo sin sujeto,
debía ser alejada de ese mundo toda contaminación subjetiva,
por lo tanto también el observador. Sin embargo, desde comienzos
de nuestro siglo se multiplicaron las dudas sobre la posibilidad
de realización de ese propósito. Se comenzaba a comprender que
un universo del que se había expulsado todo lo subjetivo,
precisamente por esa razón dejaba de ser observable.
La comprensión de esa interdependencia de observador y
mundo observado es el objetivo principal del llamado
constructivismo radical, que así va más allá de la teoría de la
relatividad de Einstein (según la cual las observaciones son
relativas al punto de referencia del observador) y el postulado
de la relación borrosa de Heisenberg (según la cual la observación
influye en lo observado). Véase a este respecto lo que postulaba
Erwin Schrödinger ya en 1958, es decir, en una época en que la
expresión “constructivismo” todavía era desconocida en su
sentido actual:
Toda imagen del mundo es y sigue siendo una construcción de
su propia mente; su existencia no puede ser probada de otra
manera.3
Esa reciprocidad de la visión constructivista de nuestro
mundo y de nosotros mismos se expresa de manera particular
mente clara en “A Calculus for Self-Reference”, de Francisco
Varela:
El punto de partida de este cálculo... es el planteo de una
distinción. Con este acto primordial de separación distinguimos
unas de otras las formas de manifestación que luego sostenemos
que son el mundo. Partiendo de allí insistimos luego en la
primacía del rol del observador, que hace sus distinciones en
cualquier lugar. Pero esas distinciones, que por un lado crean
nuestro mundo, por otro descubren precisamente eso: las
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distinciones que hacemos, y éstas se refieren mucho más al
punto de vista del observador que a la verdadera consistencia
del mundo, que a consecuencia de la separación entre el
observador y lo observado sigue siendo incomprensible. Al
percibir el mundo en su ser-así determinado, olvidamos lo que
emprendimos para encontrarlo en ese ser-así; y si desandamos
el camino para saber cómo llegamos hasta allí, apenas si
encontramos algo más que el reflejo de nosotros mismos en el
mundo y como mundo. En oposición a la tan difundida opinión,
la investigación cuidadosa de una observación revela las
cualidades del observador. Los observadores nos distinguimos
precisamente por medio de la distinción de lo que aparentemente
no somos, es decir, por medio del mundo.4
Sin embargo, se le reservó al trabajo científico de von
Foerster la extensión de esta visión constructivista prácticamente
a casi todos los aspectos del ser-en-el-mundo humano: a los
problemas de la percepción, de la cognición y de las otras
funciones del sistema nervioso, del lenguaje, de la inteligencia
artificial, de la biofísica y sobre todo del concepto de la
autoorganización de sistemas (autopoiesis). Los artículos de
este homenaje deberían ofrecer una imagen de la significación
de este comienzo, orientado a los sistemas, para las ciencias
naturales modernas.
Más allá de eso, sólo ahora comenzamos a apreciar qué
significación tiene también el planteo constructivista, orientado
a los sistemas y diseñado por von Foerster, para las ciencias
sociales y sobre todo para nuestra comprensión de problemas
humanos muy concretos. Basta con tener presente que todavía
hoy la psiquiatría trabaja de manera amplia con el concepto de
acomodación a la realidad como medida de la salud o de la
enfermedad mental de un hombre, es decir, con una hipótesis
fundamental del hombre y del mundo que lo rodea completamente
insostenible en el sentido del planteo constructivista. A este
cambio de orientación del pensamiento —de la mónada clásica
a la interacción sistèmica— le debemos ya nuevas y prometedoras
estrategias de solución no sólo en el campo clínico, sino también
en el social, en el organizativo e incluso en el internacional.
Espero que este homenaje logre hacer accesibles, por lo
menos a grandes rasgos, los aportes fundamentales de nuestro
homenajeado a una nueva visión de la realidad y por lo tanto de
nosotros mismos.
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Notas
1 Arthur Koestler, Der göttliche Funke, Berna-Munich, Scherz, 1966.
2 Ludwig Wittgenstein, Bemerkungen über die Grundlagen der
Mathematik, Oxford, Blackwell, 1956. [Versión castellana: Observaciones
sobre los fundamentos de la matemática. Madrid, Alianza, 1987.]
3 Erwin Schrödinger, Mind and Matter, Cambridge, Cambridge Univ.
Press, 1958. [Versión castellana: Mente y materia. Barcelona, Tusquets, 2-
ed., 1983.]
4 Francisco Varela, “A Calculus for Self-Reference”, en: International
Journal of General Systems, 2, 1975, págs. 5-24.
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